Rock in Rio, no nos tomes el pelo
Entrada de Rock in Rio
2 de julio.- Si Paco el Pocero montase un festival de música, le saldría Rock in Rio.
Porque los símiles, una vez transitado el festival un par de días, están a huevo. ¿A qué se parece este supermercado pop? Elija su opción:
A un Carrefour de secano. Aparcamiento pedregoso, compra-compra-compra todo lo que te vendemos-vendemos-vendemos, gigantismo en las distancias y un público, con perdón, bastante Carrefour.
A una urbanización de los años del pelotazo inmobiliario. Mobiliario urbano chungo, sensación de deshumanización, aires de secarral, horterez por doquier... Faltan los adosados, pero démosles tiempo.
A un versión musical de Fitur. Avalancha de marcas, cutreatracciones aquí y allá, impactos publicitarios a cada metro... Y encima hay que pagar para entrar. Brillante.
A una Expo aún más absurda que las Expos. Rollo 'vamos a meter aquí a 100.000 de tíos y ya nos inventaremos con qué excusa'.
Ah, es verdad, el gancho es la música. Pero el cartel, de tan ancho, tan familiar y tan para todos los públicos, es un globo flácido a morir, casi sin aire. Neil Young, Bob Dylan, Police y poco más. El resto, música de mayor o menor valor artístico, pero de intención tan comercial como el propio emporio en sí.
La otra coartada asalta al visitante a la entrada: "Por un mundo mejor". Y la cantinela de la sostenibilidad, la ecología, el buenrrollismo y tal.
Más bien por un mundo igual o peor que este: Rock in Rio usa como pantalla la cultura para promover el credo ideológico de los tiempos: no somos ciudadanos, sino consumidores. ¿Quiere vivir? Pague. Sí, por un mundo mejor, pero mejor para el bolsillo de algunos. Un mundo regido por la pasta, y de la mano del egoísmo.
Si algo sabemos a ciencia cierta hoy es que las causas solidarias suelen ser, salvo excepciones, una puta en manos de las industrias culturales. Una treta que, para ellas, es pan para hoy y hambre para mañana: es imposible engañar a todos todo el tiempo. Aún parte del público viejuno podría tragarse el engaño; el joven no tiene excusa.
Dicho lo cual, importante: ¿sobra Rock in Rio? No, Rock in Rio no sobra. Música es música, aunque sea hecha principalmente para forrarse, e igual satisfacción pueden causar Shakira y Dylan en sus respectivos fans. No sobra, también, porque no llega por aquí tanta música como para andar derrochando. Y no sobra porque un centro comercial es un centro comercial, y como tal hay que tomárselo: uno va, compra, y vuelve a su casa.
Pero que no nos camelen. Rock in Rio, bienvenido y tal, pero no nos tomes el pelo.
(Y eso que servidor no presenció la apertura del evento el jueves pasado, con Esperanza Aguirre en plan Madonna castiza y varios cazas surcando los aires, según me cuentan. Esta crónica me habría salido más divertida pero, mecachis, no estuve).
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